La mirada de Joan Maragall sobre la ciutat que canvia



Zona afectada pel Pla de Reforma Interior, al centre de la ciutat. (Davant el carrer Arc de la Glòria amb carrer Tapineria, des del carrer Graciamat, a l'esquerra quedaria la plaça de l'Oli) Foto: Frederic Ballell. (AFB)

En aquest article publicat el gener de 1908 a la revista La Lectura, Joan Maragall ens convida a fer un viatge emocional per la seva ciutat, atrapada entre el passat i el futur. "La ciudad de ensueño" no és només una descripció d’una Barcelona que es transforma, sinó també una profunda meditació sobre el temps, la memòria i el progrés.

Maragall observa, amb ulls d’amor i malenconia, la vella ciutat que desapareix i, alhora, somia en una ciutat nova, concebuda per un arquitecte que veu Barcelona amb ulls nous. El text oscil·la entre l’encís per una ciutat del demà —oberta, ampla, generosa— i l’emoció íntima de perdre allò petit, quotidià i humà de la ciutat antiga.

Llegir aquest text avui ens recorda com les ciutats són organismes vius, que canvien, s’estiren i es refan, però que sempre arrosseguen dins seu la petjada dels qui les han viscut. A continuació, us comparteixo íntegrament aquest bellíssim article, reflex de la sensibilitat i la mirada única d’un dels grans noms del modernisme català.


"La ciudad de ensueño". Article de Joan Maragall aparegut a "La Lectura, gener de 1908."

“Hoy puedo decir que he sido ciudadano del ensueño, porque a mi ciudad la he visto entre su pasado y su porvenir. 

Primeramente me puse enfrente del plan de la futura ciudad diseñado por un arquitecto soñador, un extranjero. Había de ser así para la mayor libertad del ensueño; un hombre, a quien la ciudad viniera de nuevo y le excitara a soñar en grande. Después ya se arreglará todo como se pueda; pero por de pronto era menester esos ojos nuevos fecundadores; sólo una condición era requerida además: el amor, y lo hubo.

La ciudad se sale afuera estirando sus anchas vías para abrazar cuanto la rodea: pueblos, ríos, montañas. Todo queda dentro de su grandeza. Nuevos centros de su futura vida imaginaria, grandes parques populares, jardines donde jugarán los niños del 2000.

Su fantasía ha herido el corazón de la ciudadanía, y su ensueño es ya un principio de engrandecimiento. Venga lo que venga, encontrará a la ciudad en una actitud grandiosa, y el porvenir, cual sea, llevará el sello de este momento de exaltación, producido por la visión que este hombre nos ha dado. Sobre la realidad de la ciudad nuestra vuela un fantasma de ciudad futura que turba la paz de nuestra noche, y nunca más podremos dormir sin sobresaltos; y esto es ya una vida nueva.

Después fui a recorrer la ciudad del pasado. Esos callejones van a desaparecer; esas plazuelas quedarán disueltas en la amplitud de la vía nueva; caerán esos obscuros macizos de piedras seculares, y el sol que ahora se filtra en la estrechez centelleará anchamente dorando las grandes nubes de polvo de los derribos; y el viento correrá libre a lo largo de lo que fue la ciudad vieja.

Pero ahora todavía en esos rincones, hay la vida del pasado: el martilleo del herrero anima la quietud de la plazuela; un rayo del sol abrillanta el tímido verdor de las macetas en la vetusta ventana; en el fondo del obscuro portalón, aparece pálido y húmedo el patio que fue señorial, y al doblar de cada esquina, cada callejón ofrece una perspectiva casi familiar; tras las vidrieras de las tiendas se mueven los rostros descoloridos de los artesanos en el gesto secular de cada oficio; las mujeres entran y salen de las obscuras escalerillas para sus diligencias en el barrio, andando de modo que se conoce que no van lejos, y que adonde van irán dormidas. Me gusta perderme en este laberinto hasta sentirme preso en su atmósfera y vivir en mí la vida quieta de estos menestrales. Quiero imaginarla dulcemente hora por hora, desde la temprana alegría de abrir la tienda y dar el buen día al vecino (que es como dárselo a sí mismo, pues lo van a vivir igual) hasta dormirse confiado en la noche, oyendo en la calle pasos familiares y sabiendo ante qué puerta van a detenerse.

Pero de pronto un muro señorial se me presenta, que me dice que allí los siglos vivieron otras vidas, y que esta paz no es sino la paz en que se deja a los inútiles restos del pasado. ¡El pasado! ¡restos inútiles! - ... Este hombre que está trabajando afuera de la tienda al aire de la plazuela, que ha estado trabajando así por siglos -parece que siempre ha de haber sido el mismo-, ... pues este hombre mañana no estará; ni volverá a estar nunca más. Este es el golpe al corazón; esto es lo que hace llorar; que lo demás ¿qué importa? Porque este hombre mañana trabajará en otra parte; y a los siglos ¿qué les importa esto, si ya viven en nosotros de todas maneras? Pero aquel "mañana no", aquel "nunca más" es un escalofrío, es una ligera muerte que pasa... ¿Por qué he dicho ligera? ¿acaso hay otra?.

Al fin este barrio que va a morir me agobia y me enternece, y me voy, me lo llevo dentro; por mí, ya pueden derribarlo. Me voy; necesito salir, salir a las vías más anchas, a las calles de hoy y a su movimiento, a las plazas grandes, al aire del día, a la ciudad mía.”

Font: Ajuntament de Barcelona – Setmana Tràgica


Comentaris

  1. Gràcies Maite Mar,un article esplendit, amb humanitat i d'una mentalitat oberta.M'hauria sabut greu perdreme'l Maite.

    ResponElimina

Publica un comentari a l'entrada