El següent article, atribuït a A. Durán Sanpere, publicat a La Vanguardia el 24 de juny de 1934, aborda la imminent transformació urbana projectada a Barcelona i posa el focus en un dels racons del passat de la ciutat: el carrer Corríbia.
Durant dècades, les reformes urbanes han suposat decisions de gran conseqüència per al patrimoni arquitectònic i la memòria col·lectiva de la ciutat, i aquest text ens convida a reflexionar —des d’una època antiga— sobre el perill de perdre racons significatius sense haver-ne valorat prèviament el sentit i l’arrelament.
Amb una mirada impregnada de preocupació i estima pel passat urbà de Barcelona, l’autor exposa l’elegància i la història de la casa gremial dels Sabeters i observa com l’esborrament de vells carrers podria suposar una pèrdua irreparable.
És en aquest to que el llegireu tot seguit: com una crida en temps passats perquè la ciutat no oblidi les seves capes i memòries antigues.
"Vuelve a hablarse de reformas urbanas; reformas que atañen, esta vez por enésima vez, más exactamente, a lo que de más bello y más rico en historia posee Barcelona. Piénsese por ejemplo, lo que significaría para la ciudad el olvidarse, al realizar estas reformas, que, en mucho o en poco, pueden afectar a nuestro tesoro arquitectónico. Son tantos los errores ya cometidos, que no tendría nada de extraño que se obrase, otra vez, a ciegas, por no decir que a tontas y a locas. Durán y Sanpere trata hoy del tema en nuestra páginas tipográficas, refiriéndolo a la calle de la Corribia, una de las más pintorescas, más llenas de recuerdos y de evocaciones de la Barcelona vieja. En ella, último vestigio del esplendor de nuestra organización gremial, se encuentra enclavada la llamada Casa de los Zapateros, edificio de singular belleza, la sencillez y severidad de cuyas líneas puede aún apreciarse, pese a los postizos y añadidos. Y si esas reformas proyectadas llegasen a ser un día realidad, que a esta Casa Gremial de los Zapateros no le ocurra también lo que a otras tantas.
Barcelona se encuentra otra vez en expectativa de una nueva reforma interior. El proyecto tiene ya estado oficial; la prensa ha iniciado sus comentarios y se han formado los correspondientes núcleos de opinión. De no haberse interpuesto otros asuntos más apasionantes, la cuestión de la reforma hubiera alcanzado a estas horas categoría de cuestión candente.
El propósito no es nuevo. Muy al contrario, la historia de la reforma interior de Barcelona es tan antigua como la misma ciudad. Recordemos que para levantar, en el siglo III, la primera muralla, hubo que derribar edificios anteriores. Después, todas las épocas nos dan ejemplos de reformas más o menos importantes, con objetivos diversos, según las necesidades y los gustos de los tiempos, pero obedeciendo siempre al criterio específico de toda reforma urbanística; sacrificio de una parte de la ciudad en beneficio de las restantes.
La nueva reforma, la que ahora se nos avecina, debe empezar, según se dice, con el derribo de las casas que se interponen entre la "Via Laietana" y la "Plaça Nova". Una de las primeras víctimas debe ser, pues, la calle de la Corribia. Por si el proyecto llegaba a ejecución, veamos lo que sea esa calle de la Corribia y qué significación le corresponde en la historia de Barcelona; no fuésemos a perder esa calle tan típica y tan representativa sin habernos detenido a considerarla a su debido tiempo.
Para empezar, diremos que la calle lleva un nombre raro: Corribia, un nombre sin significado en el catalán actual y con muchas asperezas para los etimologistas. Se ha dicho y repetido que Corribia era tanto como decir Corrible, o sea, calle que se recorre, por oposición a las que no tienen salida o no enlazan con facilidad. Y, efectivamente, la Corribia, junto con las calles de "Basea", "Tapineria", "Palla", "Banys Nous" y "Avinyó" forma parte de la vía que circunvalaba el antiguo recinto romano de la vieja Colonia Faventia. Pero esta, interpretación tiene poca base, por una parte, porque han sido muchas las calles que a un mismo tiempo o sucesivamente han tomado el adjetivo circunstancial de Corribles; y, por otra parte, porque el nombre primitivo de la calle no era precisamente el de Corribia, que podría derivar morfológicamente de corrible, sino el de Coarrubia o Corrubia, paralelo, tal vez, del de "Fontrúbia" y "Torrúbia", frecuentes en la toponimia catalana y enigmáticos siempre.
Los documentos, a partir del siglo XII, nos hablan de la Coarrubia como de un paraje inmediato al muro viejo de la ciudad, ya inservible militarmente, y algunas veces parece como si el nombre de Coarrubia correspondiese a una de las torres de ese muro romano que pronto debió quedar oculto por las casas que por uno y otro lado se le arrimaban y por las que se edificaban sobre los arcos tendidos de una a otra torre. La creciente densidad de la población y su expansión por el burgo o arrabal de la "Plaça Nova", debió dar origen a la formación de la actual calle de la Corribia, que en el siglo XIV parece totalmente edificada, pero cuyo carácter actual, aun en su aspecto más arcaico, es hijo del siglo XVI.
Hacia 1545, el Capítulo Catedralicio decidió urbanizar los alrededores de la Seo y mejorar las perspectivas de las puertas monumentales del templo. Así se formaron la plazoleta de Santa Clara y la plaza de la Catedral, con el sacrificio de algunas casas canonicales y otras particulares que tuvieron que ser demolidas. Por cierto que se dejó sentada en esta ocasión una teoría muy radical y muy moderna sobre las obligaciones de los propietarios de inmuebles a beneficio del ornato público. Esto fue que, habiendo hallado los canónigos algunas dificultades para poder comprar unas casas situadas frente a la Catedral, recurrieron a los "Consellers", a fin de obtener su concurso "com sia cosa molt despedida de dret, les decían, y per vostres magnificencies loablement practicada y admesa, compellir los particulars habitadors de la present ciutat haver de vendr ses cases particulars y altres coses per l'embelliment de la ciutat y edificis publics necessaris."
Lo que más nos interesa ahora de la urbanización canonical es que los derribos dieron origen a las actuales escaleras de la plaza de la Catedral después de haber sido arrasadas las dos torres y los lienzos correspondientes de la vieja muralla romana que hubiera cerrado por aquella parte el paso desde la Corribia al plano superior de la plaza.
Y como fue consecuencia inmediata de los derribos el que las casas de la Corribia quedasen al descubierto ante la nueva y anchurosa plaza de la Catedral, fue preciso que dichas casas se remozasen luego y se pusiesen al tono de su flamante categoría. Tal sucedió, principalmente, con la casa del antiguo premio de Taberneros y Posaderos y con la de los Maestros Zapateros.
Esta casa gremial de los Zapateros merece consideración aparte. Nuestro siglo XVI, al contrario de lo que sucede en otras tierras hispanas, es período de pobreza, de desaliento y, naturalmente, de decadencia artística. Por esto sorprende ver cómo los Maestros Zapateros se sienten con arrestos para emprender, a mediados de aquel siglo tan difícil, la construcción de una casa como la de Corribia, de arquitectura correcta y copiosamente decorada con relieves heráldicos y alegóricos, al estilo de las mejores casas de buen linaje y de mejores rentas, como la de los Centelles, los Gralla o los Dussay.
El gremio de los Zapateros mantuvo siempre buenas relaciones con el arte. Los mejores pintores del siglo XV, Jaume Huguet y Bernat Martorell, pintaron el frontal y el retablo de la capilla que la cofradía de Sant Marcos tenía en la Catedral. De otro pintor del mismo mérito, cuyo nombre no ha sido posible descubrir, era la tabla de los tres santos, Aniano, Crispín y Crispiniano, que, por haber sido del oficio, fueron tenidos por protectores especiales de los antiguos zapateros. Los relicarios de la capilla eran espléndidas muestras de orfebrería; hasta los mismos libros de su archivo nos ofrecen ejemplos de buenas encuadernemos, en cuyas tapas, unas figuras de chapines recuerdan los escudos y las cifras de los superlibris nobiliarios.
La casa, en su planta principal, se reducía casi a una sala en donde se reunían los asociados para deliberar y en donde se guardaban papeles, pruebas de pasantías, algunas armas (puesto que los gremios tenían confiada la defensa de la ciudad), y, en épocas posteriores, los pasos o misterios de las procesiones de Semana Santa. Había también en esta sala la gran tabla de los tres santos protectores y el retrato de un zapatero ilustre, José Torner, que alcanzó por dos veces, durante el siglo XVII, el honor de la "Conselleria" de la ciudad, por cuya razón aparecía vistiendo la gramalla de grana con los grandes lazos impuestos por la moda del momento. Desaparecieron a mediados del siglo pasado los antiguos gremios. Fueron desapareciendo también las casas gremiales. Hoy día, como testimonio de la antigua pujanza social de los oficios, no queda ya más que la casa de los Maestros Zapateros, transformada en parte, con postizos que la desmerecen, es verdad, pero en pie todavía, muy dispuesta a volver a su primitiva corrección arquitectónica para seguir representando con toda dignidad, como único superviviente, el linaje ya extinguido de aquellos gremios nacidos de la organización medieval. Otra casa gremial tenemos aún: la de los Veleros de Seda, salvada milagrosamente de las iras de la reforma que abrió la Vía Layetana, pero separada de su vecindad originaria y dejada a merced de la concupiscencia mercantil de una calle nueva y de gran tráfico que la obliga a un maquillaje de luces tubulares y carteles anunciadores.
Si la reforma anunciada se llevase adelante, la casa comunal de los Zapateros debería caer sacrificada. Ya sabemos que sería desmontada con ciencia y paciencia para poder reconstruir, por lo menos, su fachada con la mayor exactitud; sabemos también que no se iba a repetir lo sucedido con la supuesta casa de los Caldereros, otra bella mansión renacentista, que se vio desterrada a la plaza de Lesseps, lejos de su ambiente y de su familia, donde perdura todavía para desorientación de los historiadores y dolor de los barceloneses. Aun así, contando con las garantías que nos ofrecen los tiempos actuales y los hombres que deberían cuidar de la operación, hay que confesar que con el solo desplazamiento del edificio se iba a perder mucho y bueno, tal vez lo mejor de su significación, lo que únicamente puede sacrificarse en holocausto de intereses generales, muy serios e ineludibles."
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| Carrer de la Corribia guarnit amb motiu de les celebracions per la proclamació d'Isabell II (1833) Autor: Onofre Alsamora. (Col·lecció Francisco Arauz) |
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Vista d'un costat de la Plaça Nova amb els inicis dels carrers de la Corríbia i del Bou de la Plaça Nova. (1877) Autor: Francesc Soler Rovirosa. (AMB)
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| Fragment d'un plànol de l'any 1855. https://cartotecadigital.icgc.cat/digital/collection/catalunya/id/1756/rec/30 |





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